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Aceleración

Cuando en 2008 apareció en Youtube el video Did you know, alertando sobre los tiempos exponenciales que se avecinaba y sobre lo inevitable del cambio radical que enfrentaba la humanidad, varios tomaron nota del concepto, pero más que nada como una sofisticación intelectual, sin tanto impacto en la vida de todos los días. Los millones de China, los ingenieros de la India, los colores del Silicon Valley, los terabytes y los trabajos del futuro, todo parecía un mundo lejano mirado desde este rincón del planeta. Sin embargo, solo 13 años más tarde y pandemia de por medio, parece que finalmente los postulados del video se hicieron cuerpo en gran parte de nuestras rutinas.

De nuestras nuevas rutinas.

Que la pandemia nos enfermó, de eso no hay duda. El monitor de Covid19 de la Universidad John Hopkins nos indica que ya han muerto 3,5 millones de personas en todo el mundo…y contando. En nuestro país, la cifra ya supera las 75 mil muertes, mientras rascamos debajo de las piedras por vacunas. Mucho dolor, más incertidumbre aún. También la pandémica trajo empobrecimiento económico, con incontables negocios que debieron cerrar sus puertas, mientras Estados inoperantes solo atinan a librar cheques sin fondos. Y claro que la pandemia también nos embrutece, bloqueando el normal funcionamiento del sistema educativo global, y confinando a niños y aprendizajes en un experimento sin precedentes. Tal es así, que UNESCO, OECD y cada país desactivaron momentáneamente sus operativos regulares de monitoreo de los aprendizajes escolares. ¿Acaso se restituirán en algún momento? Mmmm…

Más allá de lo anterior, hay que decir que la pandemia también nos trajo mucha claridad. Nos obligó a mirar hacia arriba y hacia nuestros costados; nos hizo encontrar, en la práctica y a la fuerza, con esos postulados de Did you know. Comprendimos que somos parte de la escala, de la globalidad, de la aceleración, de la disrupción que vive el planeta. Nos dimos cuenta de que, efectivamente, el mundo está enlazado en una gran matriz tecno-sociocultural, y que nuestra actividad diaria (laboral, política, social, cultural, educativa, religiosa, recreativa, financiera, etc.) representa un nodo dentro de ese gran flujo de datos y significados que la recorren. Finalmente encontramos una nube con una geografía particular y sorprendente, plagada de herramientas digitales, repositorios de contenidos curados nadie sabe por quién, portales de noticias relevantes, plataformas interactivas palpitantes y redes de colaboración con colegas de todo el mundo.

Los tiempos de realización de muchas de nuestras actividades pre pandemia se han recortado de una manera brutal, lo cual incluye nuestra capacidad para aprender.
Los tiempos de realización de muchas de nuestras actividades pre pandemia se han recortado de una manera brutal, lo cual incluye nuestra capacidad para aprender.

Con todos esos recursos y nuevas certezas, notamos que nunca antes jamás había sido tan sencillo organizar, organizarnos. Jamás imaginamos que los postulados de los costos transaccionales (léase, los esfuerzos de coordinación e intercambio de bienes y servicios), elaborados por Ronald Coase en 1937, mantendrían tanta vigencia en un entorno económico, tecnológico, ideológico y productivo tan distinto y tan distante de aquel de la primera mitad del siglo anterior. El cambio es tan radical y tan fácil de verificar, que hasta lo puede comprender una persona poco educada y poco instruida. Comprar un libro en inglés en la plataforma de Amazon de mediados de los ’90 era una experiencia increíble y novedosa, pero estaba reservada para un segmento de la población. Por eso veíamos tan lejanos los postulados del Did you know. Sin embargo, comprar el flotador del inodoro en Mercado Libre y que te llegue al día siguiente a tu casa, vivas donde vivas, es más que una experiencia de compra, es una declaración de época contundente.

En este nuevo entorno, que la pandemia nos clarificó, y que seguramente se afiance en nuevos formatos de vida una vez que dejemos atrás el flagelo del Covid19, encontramos algunos aspectos sobre los que deberíamos reflexionar. Primero, que los tiempos de realización y logro se han acortado. El mejor ejemplo lo está dando el sector de la salud. En este momento ya hay aplicadas en el mundo 1,8 miles de millones de dosis de vacunas que se crearon para un virus que se detectó hace menos de 1,5 años. ¿Usted comprende lo que le digo? Sin llegar al ridículo de la película de Matrix (aún…), no hay dudas de que los tiempos de realización de muchas de nuestras actividades pre pandemia se han recortado de una manera brutal, lo cual incluye nuestra capacidad para aprender, para relacionar contenidos, para desplegar metaconocimientos, para tomar decisiones. ¡La industria de la salud nos dejan tantas enseñanzas durante esta pandemia! Si los tiempos de realización se han acortado, eso significa que el tiempo posee otro valor. En el ciclo en el que antes se producía una vacuna, ahora entran 4 ciclos. ¿Entonces? El tiempo cobró un nuevo significado, tanto para organizar un Congreso, una reunión con amigos, la compra de una empresa o la política de vacunación de un gobierno. Cambió el valor del tiempo.

La complejidad transformada en sofisticación nos invita a hacer, aceleradamente, pero nos impone aprender, para poder aventurarnos con confianza y sin temor.
La complejidad transformada en sofisticación nos invita a hacer, aceleradamente, pero nos impone aprender, para poder aventurarnos con confianza y sin temor.

En segundo lugar, debemos reflexionar sobre las toneladas de tiempo que la pandemia nos liberó, y sobre el nuevo uso que le daremos cuando volvamos a ser libres. Este punto ya lo trabajé con detenimiento en otras notas, así que no seré redundante. Solo pensemos lo siguiente: esas 3 horas por día de ida y vuelta al trabajo que le ‘regalábamos’ a una rutina agotadora, improductiva e inevitable, ¿acaso las volveremos a ceder mansamente cuando estemos todos vacunados? ¡Obvio que no! Y yo también extraño verme con mis colegas y amigos, así que deberé (deberemos) ingeniar nuevas formas de encuentros, sin tener que ‘entregar’ el 25% del tiempo que estamos fuera de nuestro hogar al proceso de encontrarnos. Tiene que haber una mejor ecuación, y ahora todos tenemos el incentivo para encontrarla.

Finalmente, debemos reflexionar sobre la complejidad que supone un mundo en transformación, acelerado en sus procesos, hiperconectado, multicultural, desbordado de datos y de capacidad computacional para procesarlos, que inventa sin descanso, alimentando la exponencialidad, y que está lanzado a resignificar todas las formas de organización del ser humano, desde dónde y cómo vivimos, hasta con quiénes y cómo nos relacionamos. Esa complejidad abre laberintos de saberes, lenguajes y prácticas a los que solo se puede acceder con nuevos aprendizajes y con mucha capacidad reflexiva. La complejidad transformada en sofisticación nos invita a hacer, aceleradamente, pero nos impone aprender, para poder aventurarnos por esos laberintos de conocimientos y convenciones con confianza y sin temor.

El cambio en la economía del tiempo, sumado a la aceleración y a la exponencialidad que ahora sabemos que vivimos, empuja a la escuela a repensarse de otra manera, en otros plazos, con otro diseño, soportada por otra arquitectura tecnológica, con mecanismos diferentes de distribución y de validación de aprendizajes. La escuela deberá congeniar la distribución de saberes para barrenar las olas de la complejidad, con dominios para explorar los laberintos de emergentes que la sofisticación de la época impone, con lenguajes vivos y en constante mutación, con una extraordinaria y necesaria capacidad reflexiva. En definitiva, el bendito ciudadano global, si algo quiere representar, es a quienes logren hacer de este nuevo entorno de aceleraciones una oportunidad para la humanidad.

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Juan Maria Segura
Cofundador y CEO de Circusedu, cofundador y Presidente de la Asociación Civil Educación 137, cofundador y Presidente del Club de Graduados de la Universidad de Chicago en Argentina. Escritor, conferencista internacional, educador.

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